Nos conocimos en 2004 y al cabo de un año supimos que queríamos viajar juntos por el mundo, o al menos empezar con una parte. Durante esos meses de mochileros (con una bolsa de lona llena de libros y un montón de cicatrices de batalla), nos mantuvimos juntos bajo techos de juncos y en chozas bañadas por la lluvia, soñando sueños grandes y vagos. Con el tiempo, regresamos, nos refugiamos, nos casamos, trabajamos duro por buenas causas, tuvimos un hijo y esperábamos otro cuando recordamos esos sueños grandes e imprecisos. Con la sensación de que todo nuestro futuro dependía de esto, renunciamos a nuestros trabajos y nos llevamos a la familia a las selvas de Puerto Viejo, Costa Rica, tan pronto como nació nuestro segundo hijo. Y los cuatro nos ahogamos en una fértil jungla. Era precioso. Era todo un desafío. Fue liberador. También era el hogar del cacao. Conocimos a fabricantes de chocolate locales que utilizaban ese mismo cacao para hacer chocolate negro intenso, puro y puro, nada parecido a la suavidad dulce que creíamos que tenía el chocolate.
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Nos conocimos en 2004 y al cabo de un año supimos que queríamos viajar juntos por el mundo, o al menos empezar con una parte. Durante esos meses de mochileros (con una bolsa de lona llena de libros y un montón de cicatrices de batalla), nos mantuvimos juntos bajo techos de juncos y en chozas bañadas por la lluvia, soñando sueños grandes y vagos. Con el tiempo, regresamos, nos refugiamos, nos casamos, trabajamos duro por buenas causas, tuvimos un hijo y esperábamos otro cuando recordamos esos sueños grandes e imprecisos. Con la sensación de que todo nuestro futuro dependía de esto, renunciamos a nuestros trabajos y nos llevamos a la familia a las selvas de Puerto Viejo, Costa Rica, tan pronto como nació nuestro segundo hijo. Y los cuatro nos ahogamos en una fértil jungla. Era precioso. Era todo un desafío. Fue liberador. También era el hogar del cacao. Conocimos a fabricantes de chocolate locales que utilizaban ese mismo cacao para hacer chocolate negro intenso, puro y puro, nada parecido a la suavidad dulce que creíamos que tenía el chocolate.