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Nací y crecí en el sur de California, acostumbrada a pasar el sol y los inviernos tranquilos en la playa. Mis primeros años estuvieron llenos de traumas que solo las mujeres pueden entender: la pérdida y, en última instancia, la madurez sin mi padre, la agresión a manos de un superior en mi primer trabajo después de la universidad y, en última instancia, la pérdida de mis sueños a manos de estos traumas. Al comienzo de la pandemia de COVID, dejé por completo el diseño de moda y decidí que quería convertirme en fiscal y utilizar la ley para ayudar de alguna manera a las mujeres que habían acabado en el puesto que ocupé yo. Este camino me llevó a un trabajo en la oficina del fiscal de distrito de Los Ángeles en el sector de la trata sexual de personas. Conocí a mujeres que han estado en las peores partes del mundo, con las peores personas del mundo, y de alguna manera salieron de allí con fuerza y humor, contando sus historias pero aún entusiasmadas por vivir su vida. Los colores brillaban a través de sus sonrisas, y su inspiración irradiaba en mí la idea de que puedo seguir siendo yo misma y vivir mi vida a pesar de los traumas por los que he pasado. Esta línea está dedicada a esas mujeres, mujeres que aún ríen, aman y creen después de un trauma. Mujeres que viven su vida según ellas mismas, y no aquellas que intentaron llevarse una parte de ellas. Mujeres que dejan que sus colores brillen.
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Nací y crecí en el sur de California, acostumbrada a pasar el sol y los inviernos tranquilos en la playa. Mis primeros años estuvieron llenos de traumas que solo las mujeres pueden entender: la pérdida y, en última instancia, la madurez sin mi padre, la agresión a manos de un superior en mi primer trabajo después de la universidad y, en última instancia, la pérdida de mis sueños a manos de estos traumas. Al comienzo de la pandemia de COVID, dejé por completo el diseño de moda y decidí que quería convertirme en fiscal y utilizar la ley para ayudar de alguna manera a las mujeres que habían acabado en el puesto que ocupé yo. Este camino me llevó a un trabajo en la oficina del fiscal de distrito de Los Ángeles en el sector de la trata sexual de personas. Conocí a mujeres que han estado en las peores partes del mundo, con las peores personas del mundo, y de alguna manera salieron de allí con fuerza y humor, contando sus historias pero aún entusiasmadas por vivir su vida. Los colores brillaban a través de sus sonrisas, y su inspiración irradiaba en mí la idea de que puedo seguir siendo yo misma y vivir mi vida a pesar de los traumas por los que he pasado. Esta línea está dedicada a esas mujeres, mujeres que aún ríen, aman y creen después de un trauma. Mujeres que viven su vida según ellas mismas, y no aquellas que intentaron llevarse una parte de ellas. Mujeres que dejan que sus colores brillen.